El 5 de marzo moría Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, más conocido como Stalin. Su muerte fue llorada en la URSS, pero también en el exterior (de lo que no se habla tanto). Su figura contaba con cierto prestigio. Era el hombre que había modernizado Rusia en tiempo récord y que había liderado la lucha soviética contra el nazismo (tan importante durante la II Guerra Mundial). Sin embargo, hoy Stalin es una figura maldita. Es presentado, generalmente, como un cruel dictador sediento de poder y de sangre. No es labor de la Historia juzgar el pasado, sino intentar comprenderlo para explicar el presente. Este no será un artículo sobre Stalin, sino sobre su muerte. Las tensiones existentes dentro de la URSS y algunos errores que cometió en sus últimos años de vida seguramente tuvieron mucho que ver con la pérdida de prestigio de su figura. La “Leyenda negra” soviética divulgada durante los años de la Guerra Fría en el bloque capitalista hizo el resto. Preparaos, porque hoy en Conquista la Historia hablamos de la muerte de Stalin.
Los últimos días del hombre de acero
Cuando ahora hablamos de Stalin, muchos le perciben como un ser cruel fuertemente rechazado por cualquier demócrata que se precie. Sin embargo, el historiador italiano Domenico Losurdo en su libro Stalin: Historia y crítica de una leyenda negra nos muestra una realidad muy diferente. Cuando Stalin murió, las comitivas de duelo fueron impresionantes en Moscú. También en otros territorios fuera de Rusia, como por ejemplo Budapest o Praga. En Israel hubo actos de duelo encabezados por el MAPAM. En occidente las necrológicas de la prensa hablaban de Stalin como un hombre de estado que había modernizado Rusia y había tenido un papel clave en la derrota del nazifascismo durante la II Guerra Mundial. Incluso un liberal convencido como Churchill se referiría a él como “Stalin el grande”. También tuvieron buenas palabras para él figuras tan diversas como De Gasperi, Hannah Arendt y Norberto Bobbio. Sería la Guerra Fría la que traería la hostilidad en occidente hacia Stalin.
Hannah Arendt, que en su día había elogiado a Stalin, escribió en 1951 su libro Los orígenes del totalitarismo. Comenzaría así una tendencia a englobar dentro de ese totalitarismo, máxima expresión de la falta de humanidad y el autoritarismo, al nazifascismo y el comunismo (un tema del que hablé en mi anterior post). Esta visión totalitaria de la URSS tuvo sus detractores por aquel entonces (Thomas Mann, por poner un ejemplo) y los tiene ahora. Pero su fuerza en el imaginario colectivo es tremenda.
Sin embargo, no podemos quedarnos simplemente en la propaganda trotskista o capitalista para hablar del desprestigio de Stalin. Estas cosas han pesado, y mucho, en el imaginario colectivo, pero el gobierno de Stalin no fue un camino de rosas. Cuando Stalin comenzó a tener una salud cada vez más frágil, las cosas se fueron volviendo muy complicadas dentro de la URSS. Incluso una persona tan admiradora de Stalin como Anselmo Santos dice en su libro Stalin el grande que el estrés durante la guerra y la fragilidad de la salud influyeron en la capacidad de gobierno del dirigente soviético. Cometió errores. Entre ellos, Anselmo Santos señala su intervención en la Guerra de Corea y el bloqueo de Berlín occidental. Pero sin duda, el mayor error fue no preparar adecuadamente su sucesión (y así lo señala Santos en su libro).
Los hombres fuertes dentro de la Unión Soviética eran Guéorgui Malenkov y Lavrenti Beria. Ambos ganaron posiciones en el partido en los años de la Gran Guerra Patria. Ambos se entendían y juntos fueron eliminando a su competencia interna. El mayor ejemplo de esto fue el “caso Leningrado” con el cual Malenkov y Beria se deshicieron de figuras fuertes y jóvenes del partido que ganaron importancia como héroes de guerra durante el sitio a Leningrado.
Stalin comprendió que había perdido el control del partido y de los servicios de seguridad e intentó tomar la iniciativa en el XIX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética. Malenkov logró visualizarse como el sucesor de Stalin y el hombre fuerte del partido, presentando el informe de gestión del Comité Central. Beria hizo el discurso de clausura, en el que también se visualizó como un potencial sucesor. En este Congreso, Stalin logró que se cambiara el Politburó por el Presídium. En este Presídium se pasaría de 11 miembros a 25, con 11 suplentes. Era una manera de abrir el partido a nuevos dirigentes que sirviesen de contrapeso a Malenkov y Beria.
Estos problemas internos en el partido coincidieron con la Conspiración de los Médicos. Cuando en 1948 la URSS reconoció de iure el estado de Israel (fue uno de los primeros países en hacerlo), esperaban que la nueva nación judía se pusiera de su lado en la Guerra Fría que estaba por llegar. No fue así. Tras esto, Stalin reaccionó con fuerza contra los judíos de su propio país, algo que dañó muchísimo su prestigio fuera de la Unión Soviética. En este contexto hay que entender el llamado Complot de los Médicos, que se trataba de una supuesta conspiración llevada a cabo por médicos judíos para asesinar a los altos dirigentes soviéticos.
En este ambiente de ruido de sables y tambores de nuevas purgas, Stalin se fue. Murió. Y pese a sus indudables éxitos bélicos y económicos, no fue capaz de dejar un sistema político estable con un mecanismo de sucesión mínimamente pacífico. Algo que, en mi humilde opinión, la URSS pagaría muy caro.
Muerte
La muerte de Stalin es una cuestión controvertida, hasta el punto en el que hay historiadores que defienden que fue asesinado. La realidad es que ya desde 1950 la salud de Stalin estaba muy resentida. Tenía más de setenta años y las tensiones de la guerra le habían pasado factura. Sufría hipertensión aguda, necesitaba un tratamiento médico y abandonar la política. El dirigente soviético no siguió las recomendaciones, en vez de distanciarse de la política, tras el XIX Congreso del PCUS se lanzó a una nueva batalla en el interior del partido. En ese contexto de batalla política, Stalin multiplicó su actividad y sus apariciones públicas.
Esto al final tuvo sus consecuencias. La noche del 28 de febrero Stalin cenó con el círculo interno del partido en la dacha de Kúntsevo. Sería su última cena. A las diez de la noche del día 1 de marzo, el cuerpo de Stalin apareció tirado en su cuarto, vestido como en la noche anterior y sin poder articular palabra. El dirigente soviético había sufrido un ataque cerebrovascular. Stalin agonizó durante días. De vez en cuando se recuperaba, pero luego volvía a perder el sentido. Estaba postrado en una cama sin poder apenas moverse. El día 4 de marzo pareció mejorar, pero sufrió otro nuevo ataque y finalmente falleció. Los testigos que estaban ahí, como Jrushchov o Mólotov, cuentan que antes de fallecer Stalin señaló a un cuadro de una chica dando de beber a un cordero.
Hay historiadores que defienden que la última cena de Stalin con su círculo íntimo estuvo llena de tensiones. Y que cabía la posibilidad de que hubiese sido envenenado, señalando como principal sospechoso a Lavrenti Beria. Nikita Jrushchov asegura en sus memorias que Beria afirmó que él mató a Stalin y salvó al resto del Politburó de una muerte segura (haciendo alusión a la nueva purga que estaba por venir). Pero no hay fuentes sólidas, ni evidencias científicas de ningún tipo que demuestren esta versión alternativa y claramente minoritaria. Generalmente se trabaja con la versión más verosímil de la muerte de Stalin que es la que hemos presentado humildemente en este post.
Una difícil sucesión
El mayor error de Stalin fue no cerrar adecuadamente su sucesión. Esto dio paso a una lucha interna dentro del partido que ha sido inspiración de la sátira política La muerte de Stalin. Los hombres fuertes del partido eran Malenkov y Beria. Sin embargo, el que terminó llevándose el gato al agua fue Jrushchov, un líder soviético de segunda fila al que todos tenían como un campechano analfabeto. Jrushchov resultó ser muy astuto. Logró una alianza con Malenkov para librarse de Beria. Lavrenti Beria, quien parecía casi seguro que sería el sucesor de Stalin, terminó siendo ejecutado en nombre del gobierno soviético. Jrushchov fue nombrado primer secretario del Comité Central del PCUS. En 1955 lograría forzar la renuncia de Malenkov, quien terminó expulsado del partido, desempeñándose como director de una fábrica de electricidad en Kazajistán.
En 1956 se celebró el XX Congreso del PCUS, el primero tras la muerte de Stalin. En él se consolidó una desestalinización de la URSS que venía de atrás. Esta desestalinzación supuso un cambio en la política social del gobierno en la URSS, pero también fue una herramienta útil en la batalla que Jrushchov libraba contra sus enemigos internos (Malenkov o Mólotov entre otros).
Conclusión
Los últimos años de Stalin fueron muy duros. Tomó decisiones en política exterior e interior que minaron la imagen de gran estadista que se había forjado tras modernizar Rusia y ser clave en la caída del terror nazi. También tuvo que ver como su partido se dividía. Murió sin resolver esa cuestión ni dejar clara una hoja de ruta para su sucesión. Tras su muerte, el partido se enzarzaría en una batalla interna de la que saldría ganando Jrushchov, quien engrandeció su figura a costa de demonizar la de Stalin. El discurso secreto sobre el culto a la personalidad pronunciado por Jrushchov en el XX congreso del PCUS influyó en esa percepción negativa que tenemos historiográficamente de Stalin. No es el único factor, pero sin duda tiene un peso tremendo. Al no dejar cerrada su sucesión, Stalin no supo resolver otro de los problemas que, en mi opinión, arrastró siempre la URSS: una inestabilidad política crónica. Stalin sucede a Lenin tras un enfrentamiento con Trotski que termina con el segundo exiliado y posteriormente asesinado. Jrushchov sucede a Stalin tras un duro enfrentamiento que termina con Beria ejecutado. Brézhnev sucede a Jrushchov, que es apartado de la dirección del partido por el Comité Central y excluido. Gorbachov llega al poder y tira por los suelos la reputación de Brézhnev. La sucesión del poder en la URSS era siempre dramática, alguien llegaba al poder y su alternativa terminaba o exiliada o muerta. Y muchas veces, para hacerse más fuertes tenían que hacer una causa general contra sus predecesores (Stalin o Brézhnev fueron víctimas de esto). Sin duda, esto ha tenido también sus consecuencias historiográficas. Ya tendremos más posts para desarrollar estas cuestiones.
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