Uno de los principales objetivos de esta página es generar debate. Personalmente, considero el debate como una manera de desarrollar pensamiento crítico y aprendizaje. La confrontación no pertenece al mundo del sano debate, sino que más bien pertenece al mundo de la batalla política y propagandística (con el cual prefiero no tener relación). Hace poco un post publicado en esta página tuvo respuesta y aunque el tono no me parece el adecuado, haciendo alusiones ofensivas a mi persona y expresándose con bastante agresividad, considero que merece respuesta. Creo que esa no es manera de plantear cuestiones, ni en Historia, ni en nada. Quien aquí escribe puede enfocar mejor o peor una cuestión, pero nunca miente intencionadamente. Pese a ello, como he dicho, creo que en el comentario se plantean cosas que son interesantes desde un punto de vista historiográfico y no quiero dejar pasar la oportunidad para que hablemos de ella. La primera de esas cuestiones es la del entierro de Anastasio de los Reyes. Preparaos, porque hoy en Conquista la Historia hablamos de uno de los acontecimientos más controvertidos del periodo frentepopulista durante la II República.
Un ambiente de violencia
En determinados sectores de la sociedad impera la visión de la II República como un periodo plagado de violencia. Pienso que identificar la violencia con la II República es un error grave. La violencia política no se da exclusivamente durante la II República, ni tampoco podemos reducir el periodo republicano como una simple sucesión de violencias de todo tipo. Pese a ello, hay que hablar de los conflictos sociales y la violencia en este periodo. Es clave para entender las violencias que vendrán después en las retaguardias de ambos bandos durante la guerra civil.
La II República supuso una democratización brutal de la vida pública en España. Dio un protagonismo tremendo a los partidos de masas y a las organizaciones obreras. Esto al mismo tiempo generó tensiones. Las clases populares exigían a la II República una serie de reformas que representaban una transformación importante de la sociedad española mientras que las clases conservadoras se organizaron para resistir el proyecto reformista republicano. Hubo varios episodios de conflicto y violencia, podemos hablar de la represión en Casas Viejas o de todo lo que supuso la Revolución de octubre de 1934, también de los sucesos de Castilblanco o la quema de conventos en 1931. Pero esos serían temas interesantes en sí mismos y creo que si nos vamos tan lejos, nos podemos perder. Para entender los acontecimientos que queremos narrar aquí nos vale con comprender la complicada primavera de 1936.
La convivencia en España era difícil desde 1934. Tras la integración de ministros de la CEDA en el gobierno de la República, las organizaciones obreras se levantaron contra el orden constituido, temerosos de que en España (al igual que en otros lugares) se impusiese el fascismo a través de los mecanismos legalmente establecidos. Fue la llamada Revolución de 1934. La República la sofocó y el orden fue restablecido. Sin embargo, tanto el levantamiento, como su desproporcionada represión violentaron la vida pública en el país y quebraron bastante la convivencia.
En febrero de 1936 se celebran unas elecciones tras la caída del gobierno de las derechas. El ambiente de estas elecciones fue extraño, hubo violencia y algunas irregularidades. No fue un resultado ilegítimo, tanto en cuanto las irregularidades no tuvieron mucha incidencia en la mayoría progresista, pero sí nos hace una idea de lo extraño del momento. El triunfo de las izquierdas no fue bien recibido por las derechas, una situación que se agravó por la impugnación de algunas de las actas a diputado y los cambios en determinados cargos municipales. Esto, como no podía ser de otra manera, afectó a la sociedad. La primavera de 1936 fue bastante violenta. Evidentemente, este tema es complejo y depende mucho de la zona de la que hablemos, pero el clima de violencia era absolutamente innegable.
Por supuesto, nada de esto suponía necesariamente un presagio de la guerra civil que estaba por venir. Tampoco del Golpe de Estado. Pero sí nos ayuda a entender mejor la violencia en las retaguardias y la represión desatada.
El asesinato de Anastasio de los Reyes
En este ambiente de violencia se produjo el asesinato de Anastasio de los Reyes. Fue en el desfile del 14 de abril de 1936, el quinto aniversario de la proclamación de la II República. Al pasar por el desfile la Guardia Civil, la situación (ya de por sí desarrollada en un ambiente tenso) se volvió claramente violenta. Una parte del público increpó a los agentes de la Benemérita. Tampoco faltaron provocaciones de la extrema derecha. Entre abucheos e insultos se produjo un tiroteo en el que resultó muerto Anastasio de los Reyes, alférez de la Guardia Civil, que estaba presenciando el desfile.
La situación fue verdaderamente dramática y presagiaba una escalada en el ambiente violento que se vivía en España El gobierno del Frente Popular, preocupado ante la situación, quiso que el entierro de Anastasio de los Reyes no fuese un acto de masas. Dispusieron que el entierro se celebrase a las 11 horas del día 16 de abril para que los militares asentados en Madrid no pudiesen asistir. Así mismo, se censuró la publicación de las esquelas en memoria del Guardia Civil asesinado.
La familia del alférez asesinado y sus superiores en la Guardia Civil se mostraron contrarios a las pretensiones gubernamentales. Esta falta de consenso provocó toda una batalla política entre el gobierno y la oposición. El teniente coronel Florentino González Vallés se presentó acompañado por la Guardia Civil para recoger el cadáver en contra de lo indicado por el gobierno y la Dirección General de Seguridad. Un buen número de personas le acompañaron. El entierro en vez de ser celebrado a las 11 horas del 16 de abril, se celebraría a las 15 horas de este mismo día. El funeral de Anastasio de los Reyes se convirtió en un auténtico acto de insubordinación en contra del gobierno.
Los incidentes durante el entierro
Como era de esperar, la tensión política convirtió el entierro en el epicentro del desorden social. Ya antes de que se produjese el cortejo fúnebre, un individuo fue detenido portando un arma de fuego. Durante el desarrollo del mismo se produjeron varios tiroteos: uno en la calle de Miguel Ángel, otro en la calle de Lista y un tercero en el paseo de Recoletos. Los asistentes a la comitiva estaban agobiados, la Guardia Civil que los acompañaba trataba de protegerlos practicando cacheos, vigilando los alrededores y realizando detenciones.
Tras el tercer tiroteo era evidente que la situación en la calle era insostenible. Los militantes de la extrema izquierda acosaban al cortejo fúnebre y los asistentes al cortejo (cada vez más exaltados) ejercían una violencia que iba más allá de la defensa propia. A esto se debe sumar que la comitiva se acercaba de manera preocupante al Congreso de los Diputados, que en esos momentos estaba celebrando una sesión parlamentaria. Ante semejante situación, el Director General de Seguridad decidió mandar a la Guardia de Asalto para que garantizase el orden público.
Los camiones de la Guardia de Asalto se instalaron en la plaza Manuel Becerra. La orden que habían recibido era que debían parar el cortejo fúnebre, que había derivado en manifestación, si llegaba a dicho lugar. Al mando de este cuerpo se encontraba el teniente José del Castillo, el cual era conocido por sus ideas de izquierdas y su adscripción a la Unión Militar Republicana Antifascista. Cuando la manifestación chocó con la Guardia de Asalto, ordenó disparar a los manifestantes para disolverlos. Este tiroteo produjo, al menos, tres muertos. Entre ellos figuraba el primo de José Antonio Primo de Rivera, Andrés Sáenz de Heredia Arteta.
Consecuencias
Las consecuencias de este incidente fueron dramáticas. Treinta y dos personas resultaron heridas, once de ellas de bala. Murieron cinco personas por herida de bala entre todos los tiroteos (los tres que hubo durante el cortejo fúnebre y los disparos de la Guardia de Asalto en la plaza Manuel Becerra).
Fue un ejemplo de las dificultades que tenía el gobierno para mantener el orden. Evidentemente, el Frente Popular era consciente de la gravedad de la situación. Tras los acontecimientos narrados, se produjeron ciento setenta detenciones de diversos activistas de la extrema izquierda y la extrema derecha. Las Cortes Generales aprobaron la propuesta del gobierno, una serie de sanciones que se impondrían a los militares que apoyasen a organizaciones sediciosas. Los responsables de la organización de la comitiva fueron castigados, se les declaró en disponibilidad forzosa. Esto contrastó con el tratamiento recibido por el teniente José Castillo y la Guardia de Asalto, no hubo ninguna investigación sobre su manera de actuar. Esto le convirtió en el objetivo de las iras derechistas.
Esta situación fue un escalón más en el ascenso de la tensión. Algunos lo entienden como un paso previo a la Guerra Civil Española, pues por primera vez los derechistas, la guardia civil, los militares, los falangistas y los carlistas se enfrentaron contra las fuerzas del orden de la República y la extrema izquierda. Sin embargo, esta interpretación me parece un poco interesada y forzada. No cabe duda de que esta situación tuvo que ver con la radicalización de las derechas, que facilitó el consenso autoritario entre los liberales, los monárquicos, la falange y los carlistas. También debió reforzar la posición de los militares golpistas. Todos los oficiales que fueron declarados en disponibilidad forzosa por este incidente se comprometieron con la sublevación militar que se produjo en julio del 36. Sin embargo, el Golpe se venía fraguando desde atrás y la guerra civil no fue fruto de la violencia, sino que lo fue del fracaso parcial de la sublevación militar. Parece un poco paradójico justificar en la violencia un Golpe de Estado que lejos de frenar esta escalada, la llevó tristemente a sus niveles más altos
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