La cuestión del integrismo islámico en Francia

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No cabe duda de que el país europeo más castigado por el terrorismo y el fanatismo islámico es Francia. Cada cierto tiempo hay un nuevo atentado que deja a la población horrorizada. En este post queremos dejar clara nuestra más firme condena a todo acto terrorista y en particular (por ser el tema de este artículo) aquellos perpetrados por el fanatismo islámico en Francia. Personalmente, el hecho de que un profesor fuese degollado por enseñar a sus alumnos el valor de la libertad utilizando debates de actualidad como recurso didáctico, me ha causado una honda impresión. Más todavía después de saber que gran parte de la información inicial que nos dieron sobre este asunto no fue del todo cierta.

En este post quiero dar un cierto contexto histórico a la situación creada en Francia. Hablaré del valor que tiene para ese país su República, basada entre otras cosas en la laicidad. También hablaré del pasado colonial de Francia, el cual tiene una importancia tremenda Argelia. Finalizaré el artículo hablando de la realidad de los musulmanes que viven en Francia e intentaré advertir que el problema del radicalismo islámico no es algo que se esté importando, sino que tiene su origen dentro de Francia y entre los franceses. Es un movimiento rebelde interno, que no supone un ataque exterior sino una sedición interna. Aunque, esto es innegable, los acontecimientos exteriores ejercen una influencia que no se puede negar.

Por supuesto, como todos los artículos que publicamos aquí, esto no deja de ser una simple opinión personal fruto de un proceso de lectura y reflexión. Seguramente habrá muchos aspectos que matizar. Cada artículo que publicamos aquí no es una pretensión de sentar cátedra, sino un intento de promover un debate y un diálogo.

Preparaos, porque hoy en Conquista la Historia hablamos de conflicto cultural, de terror, de lucha por la laicidad: hablamos de la amenaza terrorista que está golpeando con tremenda dureza al país francés.

Francia: una república laica

Tradicionalmente, Francia era un país católico, de hecho, durante el Antiguo Régimen se la consideraba la hija mayor de la Iglesia. Sin embargo, la Revolución Francesa acabó con esto. Con ella comenzó la descristianización del país. Los revolucionarios, inspirados por las ideas ilustradas y liberales, despojaron a la Iglesia Católica de gran parte de su poder e intentaron subordinarla al poder del Estado. Se intentó limpiar la vida pública de cualquier resto del catolicismo, llegándose incluso a cambiar el calendario para exaltar los valores republicanos en vez de las festividades cristianas. Este fervor laicista, tan sumamente hostil a la Iglesia Católica, terminaría con el golpe Termidoriano. Napoleón reconciliaría a la Revolución con la Iglesia Católica mediante la firma del concordato de 1801.

Esta paz entre la Iglesia y el Estado se mantendría hasta la Tercera República. Los republicanos veían a la Iglesia Católica como una amenaza por su cercanía a los monárquicos. A finales del siglo XIX comenzó una serie de medidas que buscaban debilitar la influencia católica en la sociedad. Entre ellas podemos destacar las Leyes educativas de Jules Ferry, con las cuales se estableció la escuela laica republicana. Con ellas se buscaba tomar el control del ámbito educativo para impedir que las órdenes religiosas adoctrinasen a los niños en contra de la construcción de la República. En 1905 se aprobó la separación entre la Iglesia y el Estado, poniendo fin al concordato de 1801 firmado por Napoleón.  Las propiedades de la Iglesia Católica pasaron a ser del Estado, que dejó de mantener económicamente a la institución.

Este proceso de secularización en Francia es importantísimo. Es parte fundamental de su identidad nacional y republicana. Un Estado sin expresión pública de religión, donde el Estado no mantiene ni las propiedades, ni el sostén económico de la Iglesia Católica. La pieza fundamental de todo esto es la educación pública de la República, que es justo lo que ha sido atacado en uno de los últimos atentados islamistas.

La construcción de la República laica como vía para la modernización del país es la primera clave fundamenta de lo que estamos viviendo en Francia. Pasemos ahora con la segunda clave: su pasado colonial.

El pasado colonial

La Francia actual, como casi todos los países europeos, es el naufragio de un proyecto imperial fracasado. En el caso francés podemos hablar de un primer periodo imperial (desde el siglo XVI hasta 1814) y un segundo periodo colonial que comienza en 1830. Este segundo periodo colonial es el que nos interesa en este post, porque en él fue fundamental la conquista de Argel y de gran parte del Norte de África.

Para comprender a la población musulmana en Francia debemos tener en cuenta el gran flujo migratorio que hay desde Argelia y el Norte de África hacia el país galo tras la II Guerra Mundial. Esto se debe a la necesidad que tenían los franceses de mano de obra para la reconstrucción del país tras la guerra, además de a la relación histórica que el país tenía con sus colonias. Este flujo se incrementó tras el fin de la Guerra de Independencia en Argelia en los años 60.

Por supuesto, la presencia musulmana en Francia no tiene que ver solamente con estos flujos migratorios desde sus excolonias y en especial desde Argelia, ya antes había presencia musulmana. Pero no cabe duda de que este pasado colonial tiene mucho que ver con la fuerte presencia de los musulmanes en Francia.

Los musulmanes en Francia

Un 5% de la población francesa es musulmana. Tras el catolicismo, es la segunda religión con más creyentes en el país. La mayor parte de esa población musulmana es de origen magrebí. La cuestión de la integración de los musulmanes en Francia es muy compleja y tiene muchos matices. Aquí nos llega, a través de los medios de comunicación, la parte relacionada con el conflicto. Musulmanes con dificultades para aceptar los valores de la República o para integrarse en el país. También nos llega información de los movimientos xenófobos franceses que ponen en el centro de la diana a la comunidad musulmana. En realidad, hay estudios que indican que los musulmanes están mejor integrados en Francia que en otros países de Europa. Además, también muestran que la ciudadanía francesa tiene una tolerancia mayor hacia la religión musulmana que sus vecinos. Al mismo tiempo, la mayoría de los musulmanes se sienten bien en Francia y son tolerantes con sus conciudadanos sea cual sea su religión.

manifestación islamofobía
Manifestación contra la islamofobia en Francia

Sin embargo, y pese a estos matices, está claro que en Francia opera un fundamentalismo islámico que tiene una expresión tremendamente violenta. Y no creemos que sea un problema solamente importado de fuera, creemos que tiene que ver con las dinámicas internas del país. Es un problema nacional francés.

Un problema interno

Los musulmanes utilizan estrategias para esquivar los mecanismos del Estado laico. A veces no difieren mucho de las estrategias de los católicos. Por ejemplo, en el campo educativo, en lugar de matricular a los niños en los colegios públicos de la República, lo que hacen las familias musulmanas es llevar a sus hijos a las escuelas propiedad de la Iglesia Católica para que no sean educados en valores laicos.

En principio, este tipo de estrategias legales no suponen un peligro para la laicidad del Estado, ya que es él mismo con su legislación el que deja esos espacios abiertos. No hay que olvidar que en Francia se respetan las libertades religiosas. Pero a veces la vivencia religiosa del islam puede derivar en un islamismo político que, inevitablemente, confronta con la idea del Estado laico. Si este islamismo es fundamentalista, puede contemplar la práctica de la violencia para atacar a las instituciones políticas infieles que van contra la predicación del Profeta. Eso es lo que está sucediendo en Francia.

El terrorismo islámico no es un fenómeno exactamente nuevo en Francia. Ya en los años 80, en el contexto de la guerra civil libanesa (en la que Francia participó), el país vivió atentados terroristas. Sin embargo, la intensificación de la actividad terrorista islámica en estos años está siendo muy preocupante. El mundo occidental es un objetivo del terrorismo islámico, pero Francia tiene un lugar privilegiado dentro de él. Francia representa mejor que nadie la incredulidad contra el que los fanáticos islámicos combaten. Estamos hablando de un país laico, que subordina la práctica pública de la religión a la neutralidad del Estado y contempla una serie de libertades que en ocasiones pueden ser consideradas ofensivas para el islam. Y todo esto sucede en un país donde hay una gran minoría musulmana que no siempre está integrada correctamente.

Antes hemos hablado de datos positivos, los cuales no siempre reciben atención mediática, que nos hablan de la sana convivencia de los musulmanes con los franceses dentro de una sociedad diversa. Eso es cierto y hay estudios que lo confirman. Pero tenemos también cifras y datos que nos hablan de unas dificultades en esta convivencia que pueden crear la base para el fundamentalismo religioso. Los musulmanes aceptan las reglas de la República laica en Francia, pero lo hacen con sus matices (dado que la religión tiene un peso muy grande en sus vidas). El paro en la minoría religiosa musulmana es mayor que en la media francesa. Todo esto hay que combinarlo con la existencia de un sentimiento xenófobo e islamófobo que les pone en el centro de todos los ataques.

En los últimos años, los musulmanes han sido objeto de ataques a sus sedes religiosas e incluso a sus propias personas. Hay un número creciente, no mayoritario, de franceses que entienden que ellos son la base nacional-popular del país y que los musulmanes son una amenaza externa de la que deben defenderse. Eso ha dado alas a partidos xenófobos como el de Le Pen. Sin embargo, esa visión del fundamentalismo islámico como un problema externo que se importa es un error. Francia no solamente es un país laico, es también un país que en su interior tiene una importante minoría musulmana cuya nacionalidad es francesa. 

Que el radicalismo islámico es un problema social interno no se aceptó en Francia hasta el año 2015, tras los atentados en Bataclan. Es en ese momento en el que las autoridades francesas toman conciencia de que hay un movimiento de carácter interno que desde el islamismo radical se rebela contra el orden laico y liberal que representa la República. Comenzaron a partir de entonces una serie de acciones que buscaban combatir a nivel interno los focos de radicalización islámica. Se comenzó a monitorizar la actividad de determinados grupos islámicos, especialmente los vinculados a los salafistas, para tomar medidas que evitasen la propagación de mensajes de odio. En el año 2020, el actual presidente Macron presentó un plan contra el separatismo. Con él pretende ejercer cierto control sobre la práctica religiosa del islam para evitar posibles radicalizaciones.

No me cabe la menor duda de que el mayor reto de los países occidentales es adaptar sus regímenes demoliberales a los cambios demográficos de la sociedad diversa. Es un cambio traumático que tiene peligros, aunque también muchos beneficios. En ese desafío está ahora mismo Francia. Por el bien de la paz y de la convivencia, esperamos que, más pronto que tarde, podamos hablar en pasado del terrorismo islámico, al igual que de la xenofobia. De la democracia, la libertad, la igualdad y la fraternidad esperamos hablar siempre en presente.

Pedro Sánchez Prieto

Pedro Antonio Sánchez Prieto. Graduado en Historia y Máster en Investigación y Estudios Avanzados en Historia por la USAL.

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